Oprimido por conflictos que no disminuyen su intensidad, el hombre moderno busca mecanismos escapistas, en vanas tentativas de eludir las aflicciones, transfiriendose hacia los sectores del éxito exterior del aplauso y de la admiración social, a pesar de que los sentimientos permanezcan encadenados y triturados por la angustia y la insatisfacción.
 
Las realizaciones externas pueden calmar momentáneamente las ansiedades del corazón, pero no las erradican, razón por la cual el triunfo no genera paz interior. El conocimiento de sí mismo se trasnforma en una necesidad prioritaria dentro de la programación existencial de la criatura humana.
 
Quien lo posterga, no se realiza satisfactoriamente, porque permanece perdido en un espacio oscuro, ignorado dentro de sí mismo. El ser consciente siempre, partiendo desde el punto inicial de su realidad psicológica, para aceptarse como es y perfeccionarse sin cesar.
 
Perfectamente indentificado con los elevados objetivos de la existencia terrenal del ser humano, Allan Kardec preguntó a los Espíritus Benefactores: ¿ Cuál es el medio práctico más eficaz para mejorar en esta vida y resistir a la incitación del mal? Y ellos respondieron: " Un sabio de la antigüedad os lo ha dicho: Conócete a ti mismo".