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Corría el año 905 después de la venida de Cristo al planeta, cuando algunos de sus seguidores más directos se encontraban renacidos en la región del Languedoc.

 

En aquellos tiempo, no mejores a los actuales, un gran números de almas, fieles a los designios de la espiritualidad superior, participaron de la orientación moral de una gran masa de espíritus ignorantes, que de no haber sido así educados, habrían caído casi seguro en las garras del fanatismo o de las guerras contra hermanos de humanidad. Pocos sabían leer y escribir, pero todos sentían la paz de aquellos que eran conocidos como “ buenos hombres”.

 

Solo los siglos y las persecuciones politícas- religiosas hicieran que aquellos buenos hombres pasaran a ser conocidos por la historia como “ cátaros”. Término griego de significado ambiguo, para  algunos representa la catarsis que libera al alma  o espíritu de su sombra- la cual pasa a integrarse son el” self”, o si mismo del individuo- , dando como resultado que sea el espíritu  quien oriente el significado psicológico de la existencia terrestre.

 

Para  otros el término cátaro designara la pureza y la austeridad de aquellos hombres; mientras que para un tercer grupo, tal término designará a los herejes que se apartaron de la Iglesia que tenía la potestad de salvar sus almas. Queremos transmitir al amigo lector que los tiempos, personas y situaciones aquí expuestas no fueron mejores que los actuales.

 

Sin embargo, un factor clave va a diferenciar sendas sociedades; mientras la sociedad actual es en esencia materialista e inmediatista, la sociedad cátara tenía el horizonte fijado en la inmortalidad del alma; aunque contrariamente a la mentalidad católica medieval, no temía a la muerte sino que la esperaba pacientemente mientras aprovechaba la vida física para desarrollar su espíritu.  

El Libro Rojo de Los Cátaros

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